Felden… ¿qué? Sí, es cierto, el Método Feldenkrais es poco conocido. Al menos en España, aunque ya en los años 70 del siglo pasado muchas personas se beneficiaban de su práctica en Estados Unidos e Israel.
Es común que a los profesionales del método también nos cueste ponerlo en palabras. Y es que el Feldenkrais es, ante todo, algo que se aprehende en la práctica y, como toda experiencia, es difícil de definir. Tratad por ejemplo de poner en palabras la experiencia de una manzana. ¿Cómo le explicaríais a alguien que nunca ha saboreado, ni visto, ni olido, ni tocado una manzana qué es una manzana? Imaginad que intentáis describir esa manzana a alguien que ni siquiera conoce el concepto “fruta”. Seguramente la mayoría de nosotros encontraríamos dificultades para hacerlo. Pues bien, algo parecido ocurre con el Método Feldenkrais. Además de la dificultad de poner en palabras la experiencia del Feldenkrais, también nos falta claridad con algunos conceptos útiles para hablar de él. Mi intención en estas líneas es arrojar un poco de luz en lo que se entiende por “educación somática”, porque este es el marco o paradigma en el que nos encontramos al hablar del Método Feldenkrais.
En general, asociamos el término “somática” a lo corporal. En biología y ciencias de la salud, por ejemplo, lo “somático” se refiere al cuerpo o soma, en oposición a lo que tiene que ver con la mente. Thomas Hanna fue el primero que consideró la Somática como un campo de estudio e incorporó al concepto el sentido de “ser consciente”: darse cuenta, ganar sensibilidad perceptiva sobre el propio cuerpo y sus procesos internos. Hanna utilizó este concepto para referirse a los métodos de educación sensomotriz que mejoran la funcionalidad física por medio del aumento de la sensación, el control motor y el cambio de los patrones habituales de movimiento. La Técnica Alexander de Frederick Matthias Alexander, la Antigimnasia de Thérèse Bertherat, la Eutonía de Gerda Alexander, el Método Feldenkrais de Moshe Feldenkrais, los Fundamentales de Laban Bartenieff o el Body Mind Centering de Bonnie Brainbridge Cohen son algunos métodos que fueron apareciendo a lo largo del siglo XX. Cada uno de ellos ha desarrollado una estrategia pedagógica diferente, pero comparten el mismo objetivo: “aprender a afinar la consciencia somática mediante el sentido cinestésico y propioceptivo para actuar con
mayor eficacia, sin esfuerzo, con placer y con auténtica expresión1”. Comparten además unos aspectos centrales que guían su desarrollo:
- Son procesos de aprendizaje y no una terapia en sí misma;
- Requieren atención consciente al cuerpo;
- Utilizan el movimiento como medio;
- El cuerpo se entiende en su interacción con su entorno.
Poco a poco, la manera en la que la Somática concibe el cuerpo se ha ido incorporando a otras formas de aprendizaje motor y también a la práctica clínica. Algunos de estos enfoques han sido introducidos en los sistemas sanitarios de países de nuestro entorno. Este es el caso de la Técnica Alexander en el Reino Unido y del Método Feldenkrais en Alemania, Francia y Suiza. Los beneficios en estas áreas de aprendizaje motor y práctica clínica son numerosos: la mejora de la coordinación y la flexibilidad, la reducción y el reequilibrio del tono muscular predominante, la mejora de la postura y la respiración… En particular, el Método Feldenkrais se aplica, por ejemplo, con éxito en neurorrehabilitación y en el alivio del dolor crónico.
En la vida diaria, uno de los valores que la práctica somática nos aporta es que contribuye a hacernos más conscientes de nuestro cuerpo, de la postura, de cómo nos movemos, de nuestras sensaciones y emociones y de como se integran todos esos aspectos de la persona. Esa mayor consciencia expande el propio conocimiento sensomotriz voluntario, es decir, comprendemos mejor la manera en que nos movemos y adquirimos capacidad de tener un control voluntario sobre el movimiento que hacemos. Esto es importante porque propicia cambios en el sistema nervioso que son necesarios para la mejora de problemas degenerativos y de dolor crónico que tienen su origen en patrones musculares aprendidos.
Las evidencias que la neurociencia moderna está encontrando en relación con la interacción mente-cuerpo avalan estos enfoques al poner de manifiesto que aprender a ser conscientes de nuestra postura y de como nos movemos contribuye a nuestro bienestar. Según la investigadora en neurociencia Nazareth Castellanos, hay una constante interacción bidireccional entre el cuerpo y el cerebro y uno de los factores que influyen en el sistema nervioso es la postura corporal. Lo que pensamos y sentimos se refleja en nuestra postura y, a la vez, nuestra postura influencia nuestros procesos cognitivos (capacidad de atención y memoria) y nuestros procesos afectivos (estados de ánimo, emociones, sentimientos y actitudes).
La educación somática persigue en última instancia la integración de todos los aspectos de la persona. Utilizando el movimiento como medio, se afina la habilidad de percibir el cuerpo (propiocepción). A partir de la información que aportan los receptores sensoriales externos (exterocepción) e internos (interocepción), el sistema nervioso crea una imagen más completa de lo que somos y a este proceso se le llama aprendizaje somático. Este aprendizaje contribuye de manera significativa a nuestro bienestar físico y mental. En palabras de Moshe Feldenkrais, el fin último es “restaurar en cada persona su dignidad humana 2”.
Referencias:
- Castro Carvajal, J. & Uribe Rodríguez, M. (2010): La educación somática: un medio para desarrollar el potencial humano. Educación física y deporte, 20(1), 31-43. Recuperado a partir de https://revistas.udea.edu.co/index.php/educacionfisicaydeporte/article/view/3388
- Feldenkrais, M. (2014): Autoconsciencia por el movimiento. Paidós. Barcelona.
- Fundación Universitaria San Pablo CEU (12 may 2021). Nazareth Castellanos Neurociencia del cuerpo [Archivo de vídeo]. Youtube: https://youtu.be/SQHrOlBiLPU